¿Quién puede dominar el frío
viento polar?
¿Cómo someter el rugiente mar?
Noches y días sin final,
En mi salvaje tierra ancestral
El inmenso mundo arrodillado,
Un jardín donde cosechar.
Almas dóciles que masacrar,
Bajo la mirada de su ojo acerado
Odín, que en la batalla perpetua
Con tu bramido nos animas,
Que no llegue el día de la tregua.
Iremos a tus salones, por toda la eternidad
Tómame dama del Valhalla
Caí con mi acero en la mano.
Llévame hasta el más allá
Para estar con mi hermano.
¡Pero que me espere bebiendo!
Porque hoy no es el día
Que con mi arma empuñando
Vaya a acabar mi vida...
¿Cómo someter el rugiente mar?
Noches y días sin final,
En mi salvaje tierra ancestral
El inmenso mundo arrodillado,
Un jardín donde cosechar.
Almas dóciles que masacrar,
Bajo la mirada de su ojo acerado
Odín, que en la batalla perpetua
Con tu bramido nos animas,
Que no llegue el día de la tregua.
Iremos a tus salones, por toda la eternidad
Tómame dama del Valhalla
Caí con mi acero en la mano.
Llévame hasta el más allá
Para estar con mi hermano.
¡Pero que me espere bebiendo!
Porque hoy no es el día
Que con mi arma empuñando
Vaya a acabar mi vida...
Anonimo
La Maldicion...
La ira de los dioses internos me quema.
La Maldicion...
La ira de los dioses internos me quema.
Freyja gime, rabiosa su carne de fuego.
Toda mi pasión valkiria vuelca su torrente
en grumos de hojas muertas y gritos secos
en tu carne agria y despejada, dejando ecos
de temblores
en tus manos, en tus pies, en tu lengua.
Siento que puedo batirme en duelo con todas
las paredes.
Soy fuerte, soy grande, soy el juguete de mi
propia vida.
Me desato las muñecas de dolor
libero de vacío mis entrañas
sacudo las grietas de mi sexo
y la inmundicia de mis miedos pierde la
batalla sin sentido
que hace rato se libra en el campo agotado de
mi corazón.
Soy guerrera, soy valiente y me estremezco.
Soy tierna, soy terror y doy pelea.
Soy todas,
a todas las transito, con todas me hablo, a
todas las amo.
Soy Freyja
y acabo de clavar mi espada
en el aliento cerrado de tu boca intacta
y te respiro en la nuca
acechándote
observándote
lista para la emboscada final y decisiva,
mi adorado estratega vikingo.
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